Estos últimos meses en los que pocas cosas ocupan por largos periodos mi cabeza, de verdad he sentido como todo muta: las amistades, el amor, la sociedad, hasta yo misma he mutado. Para bien o para mal el cambio es algo incontrolable, que hace parte de la naturaleza humana y que lo podemos desear o rechazar con todas las fuerzas.
Sí, he visto como algunas personas van logrando sus objetivos, como algunas amistades se han quedado solo en palabras, como el amor, y no solo me refiero a él en un sentido romántico, ha mejorado, se ha hecho más grande o simplemente se ha dejado de sentir y se ha quedado sin más que decir.
Es difícil querer con todas tus fuerzas que tu vida cambie, no porque no este contenta con ella, sino que sea una necesidad que va más allá de cualquier explicación racional como si fuera un mandato divino, que lo sientes desde hace mucho y aun no lo has podio vivir en su totalidad.
Siempre he sido bastante clara, porque algo muy dentro siempre me ha dicho que no pertenezco aquí, no quisiera echar más raíces donde no quiero. Sé que muchos siempre se mofan, de pronto se alegran y otros tantos bastante llenos de envidia dirán “si quiera, nada le sale como lo planea” pero NO, eso no me va a importar ahora porque me siento en una sala de espera.
Una sala de espera para renacer, para reinventarme, para vivir bajo mis propias normas y para tratar de ser más feliz, más completa y satisfecha de lo que he llegado a ser.
Por eso, porque todo muta, porque todos mutan, sé que pronto va a llegar el momento para mí, ese momento delicioso de cambio que solo se ha tomado unos minutos de más para llegar.
No comments:
Post a Comment